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Opera en el vacío - Capítulo 6

Todos dicen que la niñez es la etapa más hermosa de la vida. Hablan, declaman y componen acerca de la inocencia, la ternura y la belleza en lo infantil.

Es obvio que esa gente olvidó qué es ser niño.

Aunque sólo me falte un año y medio para ser legalmente la "Señorita Fyona Fyodor", es inevitable pensar en quien soy. Es inevitable tratar de evitar ser quien soy. Es inevitable... aparentar quien no soy.

Pero eso fue demasiado lejos.

A los dos años aprendí a leer, haciendo creer a la gente del orfanato que aprendía más lento que los demás. No hice muchos amigos, pero terminaron aceptándome al demostrar lo buena que era tratando de escapar. Fui la única que logro salir más allá de la tercera reja. Eso me dio fama en mi grupo y enemigos entre "Los Otros".

Los Otros eran los niños de más de 10 años que no fueron adoptados. Una mafia de prepotentes con complejo de superioridad. Robarme un traje espacial y salir de las paredes del orfanato a los seis años, acabó con su reputación de chicos malos. Pelear con ellos era cosa de todos los días, comer en paz era parte del pasado.

Pero cumplí diez y me convertí en parte de ellos. El orfanato había tenido muchos problemas por mi culpa y jamás me recomendaron para ser adoptada en una familia. Sabía que nada cambiaría. Entonces llegó Eus.

Eus Fyodor insistió en mí. Decía que mis grados en astrofísica eran los mejores. Nunca nos mostraban esos datos, así que jamás le creí. No quería ir con él, pero era eso o seguir siendo de Los Otros.

Tres años. No quiero hablar de mis últimos tres años.

Fingí, claro que fingí. Eus jamás supo lo que pensaba de él. Siempre creyó que era la hija perfecta. Sí, perfecta.

No quería que lo mataran, sólo deseaba irme. Salir de ahí, así fuera con este extraño que tengo a mi lado. Eus no le dejó opción. Edward Lorentz lo asesinó.

Estoy escapando de Rashya, sentada en una fragata espacial. Eus decía que el tipo de nave era “Gigas”, también decía que la volaba el mejor piloto que jamás conoció. Que sobrevivió a un impacto imposible. Que la suerte de Ed era como la suya.

Estoy ahora con él, en su fragata Gigas. En el espacio. Las manos me tiemblan y no siento mi peso. Hace un minuto parecía que mi cuerpo estallaría. Sabía que era el efecto de soportar la velocidad de salida del planeta, pero no pensé que fuera tan horrible. Todos los músculos me duelen pero Edward parece indiferente a eso. Sólo esta concentrado en los controles de la nave y en el radar.

¿Quién es Edward?

Eus le disparó en su pierna con una de sus armas caseras. La policía trató de derribar su nave. Aun así, sigue aquí afuera, con vida, volando y conmigo.

- ¡Fyona! - Me grita desde su silla del piloto.
- Sí. Estoy b...
- Lee tu pantalla, dime qué mensajes tienes.

Tampoco es perfecto.

La holograph del copiloto está llena de avisos en todos los colores de emergencia. Desde “Pérdida de presión en bahía de carga” hasta “Ajuste correctamente su cinturón de seguridad, ¿Es usted un copiloto decente?”. No sé cuál elegir, así que leo el que brilla con el rojo más fuerte.

- Dice “Generador de Curvatura Hiperespacial perdido”
- ¡Por los tres s...! - Maldice Edward - Bien, ahora Rena vendrá por nosotros.
- ¿Quién es Rena? - Le pregunto.
- La nave roja que destruyó una de las aeropatrullas. Rena es la piloto.
- Pero nos ayudó, ¿Por qué escapamos de ella?

¿Nosotros?, desde cuándo pertenezco aquí.

- Ella es cazarecompensas. Me busca.
- ¿Eres criminal?
- No, es personal. Soy un empresario.
- ¿Tienes armas?
- Esta es una nave comercial, ¿Qué enseñan en las escuelas ahora?
- ¡Pero era una fragata de la Flota! - Me enfado - ¿No peleó esta nave en la guerra?
- Por eso no acepto niños a bordo. ¿Crees que le darían a un civil una nave armada?
- ¡Seré mayor de edad en un año! - le miento.
- Demuéstramelo. - me dice, mirándome a los ojos.

Me asusto. Mucho.

- Si vas a volar conmigo, tendrás que ser útil.
- Que... ¿Qué hago? - Le digo. Intento que mi voz sea dura. Me sale un chillido ridículo.
- Vamos a atrapar a Rena. - Responde, con una sonrisa irónica.
- No he volado nunca un Gigas.
- Ese es mi trabajo. ¿Sabes manejar una computadora?

Ignoro su insulto y reviso los controles en la consola del copiloto.

- Entra a “Maquinas” - Me ordena - Ahí, corre el programa “Arpón”.
- La holograph dice “Calentando” - le respondo.
- En pocos minutos, la nave de Rena saldrá al espacio. Esas patrullas no la entretendrán mucho tiempo. La interceptaremos por el flanco superior.
- ¿Qué hago yo?
- Tenemos cuatro cables de tracción. Tú vas a engancharla para que no pueda escapar de nosotros. Con suerte, su nave estará dañada por la batalla.
- ¿Qué la enganche?, ¿Suerte? - No entendía nada de lo que me decía.
- Es una Valkiria, por lo que quiero que apuntes a las alas y al centro del cuerpo. Dos y dos.

No me da tiempo de responder. Veo en las holografías panorámicas como las estrellas giran y me doy cuenta que nos movemos. Frente a mi aparecen 4 imágenes, como de cámaras. Muestran la parte de atrás de la nave, desde 4 ángulos similares. En el centro de cada imagen hay un punto de mira. Cuatro burbujas se encienden en la consola, al tocarlas, algunas imágenes se mueven.

- Las esferas controlan la puntería - Me explica Edward - Si las oprimes con fuerza hacia abajo, disparas.

Juego con las burbujas un poco, tratando de entender su funcionamiento. Logro que todas proyecten la misma imagen, pero no me atrevo a oprimir ninguna.

De nuevo, las estrellas giran alrededor. El planeta Rashya se ve por unos instantes en las 4 imágenes. Luego queda frente a nosotros. La nave está avanzando de cola, apuntando hacia una Valkiria roja que tengo en la mira.

- Fyona. Lista a mi orden.

En el holograph central, un número indica la cantidad de kilómetros entre la cola del Gigas y el frente de la Valkiria. Hago que los puntos de mira de las dos primeras imágenes se centren en cada ala. Las otras dos, en el cuerpo de esa nave.

A medida que nos acercamos, tengo que corregir la posición de las miras. Mientras más cerca, más complicado se hace.

El número del kilometraje cambia de blanco a rojo. La frase “Rango de alcance” brilla en el centro del puente.

- ¡Dispara! - Me grita Edward.

Mi corazón empieza a golpear como queriendo salir de mi cuerpo. Empujo las burbujas, una por una. En cada imagen va apareciendo el mensaje “Disparado”.

Y no pasa nada.

¿Es mi culpa? No hice nada malo, seguí las instrucciones. Apunté, empujé. No es mi culpa. Si la Valkiria nos ve, atacará.

Al siguiente segundo volteo mi rostro para ver el de Edward. Tan congelado como el mío. Su mirada de preocupación cambia por la de ira. Se levanta de su silla, flota, gira 180 grados hasta quedar de cabeza y le da una patada al techo.

De repente, un golpe seco suena en la parte de atrás de la nave, seguido por 3 golpes más. En las cámaras, los cables salen e impactan contra la Valkiria, haciéndola girar y atrayéndola hacia nuestra nave.

¿Nuestra?

Edward vuelve a sentarse, después de girar un poco sin control debido a la patada. Abre en su holograph el Synapse y le envía un mensaje a la Valkiria. No alcanzo a leerlo.

Luego solo se queda mirando al frente, a las estrellas. Preocupado. Planeando.

- Buen trabajo - Me dice, sin dejar de mirar por la panorámica.
- Gracias. - Le digo y noto el temblor que tengo en todo el cuerpo.
- La computadora a bordo se encargará de que Rena se estacione dentro de la bahía de carga.

Dejo de mirarlo y observo también hacia el espacio. No hay nada, sólo vacío. Pero lo siento como libertad. Mi pulso se tranquiliza, aunque mi ridículo temblor no cesa.

- No sé por lo que pasaste allá abajo, ni me importa. - Me dice de repente.
- Sí, es mejor. - Le agradezco.
- Sea como sea, estas aquí. Puedo llevarte a otro planeta, uno bueno. O puedes volar conmigo.
- Yo... no...
- Lo de hoy es normal en mi vida. Excepto por mi pierna. Si eso esta bien para ti...
- Yo....

Edward se levanta sin esperar mi respuesta, enciende algo en sus botas y se va caminando. ¿Suelas magnéticas?

Espero en el puente, sola. Al final, prefiero soltarme e ir también allá. La falta de gravedad me hace difícil avanzar, aunque hay barandas en el techo y las paredes.

Desde la ventana del comedor se puede ver a la bahía de carga. Donde las compuertas del suelo están abiertas y del espacio entra, poco a poco, una nave roja bastante dañada.

Me muerdo un labio mientras veo cómo Edward vigila todo el proceso de captura con actitud solemne. Sé que quiero preguntárselo, pero mi boca no dice las palabras. Al final, la adrenalina se hace más fuerte que mi voluntad.

- Edward...
- Llámame Ed.
- ¿Cómo se llama esta nave?

No pude, no pude preguntarle lo que quería. Pero lo que dije hizo que Ed me diera la espalda. Floté hacia atrás mientras él sacaba ese cuchillo de su cinturón. Volteó a verme a los ojos y me dijo, con un rostro rígido pero de triste nostalgia.

- Opera.

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