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Opera en el vacío - Capítulo 2

Tengo la regla.

Te acostumbras al final, pero en veinte mil años de historia humana aún no hacen nada para eso, ni siquiera un material que "sí respire".

La ciencia y sus prioridades... Mi nave en si absorbe la humedad hasta en mi respiración, la destila en agua pura y usa como combustible o como... bueno, agua. En el espacio, lo mejor es que nada, NADA se pierda. Sobre todo si tienes una nave que sólo sirve para dos personas. La más adecuada, cuando eres caza recompensas.

Hace 2 años renuncié a la policía y me volví independiente. Al pasar meses en el espacio, temí que la soledad me afectara, pero tenía el Synapse. Subí a la red un pequeño sitio de consejos en el uso de aturdidores de largo alcance, mi especialidad, pero al publicar artículos sólo veía spam que el filtro sentiente de mi servidor era incapaz de contener, o propuestas de “Por favor, Rena, conéctate conmigo, sé que tienes un implante vertebral Synapse, nada te cuesta una sola noche de sincronización con mi mente”... pervertidos. Al menos tenía visitas. Jessie me lo advirtió, “No subas hologramas tuyos, aún no entiendes lo sexy que para los colgados del Synapse es una mujer con implantes neurales y un rifle aturdidor”. Nunca me consideré sexy, hasta tener este trabajo.

Pero Synapse es divertido; pasaba horas y horas, durante mi entrenamiento policiaco, en foros de “vigilantes” aficionados. Siempre quise ser uno de ellos, pero mi padre siempre decía: “Serás una almirante como tu padre”. Unirme como oficial a la Fuerza de Paz del Congreso fue, en aquel momento, mejor que ser un aburrido comandante de flotas como él quería.

Mi vida era la fuerza y la red, por eso decidí ponerme implantes de conexión cerebral al Synapse. Conocía virtualmente más personas que en la vida real, más gente sabía quién era “Arya”, usuario de mayor nivel del foro público Sajuk, que “Rena Von Volfied”, la policía, francotiradora e hija de “Angus Von Volfied”, el general en retiro de la flota internacional.

No es que deteste a mi padre porque toda mi infancia y carrera profesional estuve bajo su sombra, ni por ser un jodido héroe al ganar la guerra hace 20 años, o porque se refirieran a mi, no como “Ahí va Rena”, sino como “Ahí va la hija del General”. No, eso ya lo superé. Pero tengo la regla y el derecho moral a quejarme todo lo que quiera por 4 días.

Recuerdo el día que me implantaron la interfaz en la columna vertebral, eran 4 sencillos orificios de conexión para dispositivos externos. Eran tan feos esos hoyos negros en mi nuca que pedí bordes blancos y redondeados en los míos. El neurólogo me gritaba escandalizado algo del estándar de conexión, de la igualdad de los seres humanos y de la estética del cuerpo. En esos casos es cuando sirve decir “Soy una Von Volfied”.

Compré un adaptador Synapse inalámbrico, un pequeño aparato en forma de media luna que se conecta a los 4 puertos del implante en la nuca. Era genial como, sin interrumpir lo que hacías en el mundo real, podías navegar por el Synapse, controlar dispositivos y hasta maniobrar vehículos, sólo con tu pensamiento. Se convirtió en una extensión de mí.

Mucho más cuando me convertí en “vigilante privado” y pasaba semanas vagando por el espacio a la espera de que mi objetivo cruzara esa ruta. Vivía en Synapse más tiempo que en el mundo real, aunque leí mucho de las historias de los “Abducidos del sinapsis”, así llaman los psiquiatras a la gente cuyo cuerpo deja de reaccionar a estímulos físicos y toda su energía se enfoca en su mente para la interacción con la red; todos los afectados por esa enfermedad tenían implantes neurales en la columna.

Uno de mis primeros trabajos como caza recompensas, hace 2 años, es el que ahora me tiene cerca de ese planeta de refugiados, Rashya. Parecía fácil: Una pareja que viaja a bordo de una vieja fragata de combate, convertida en nave hogareña. “Otra familia con casa rodante”, me dije. Eran buscados por robo masivo de reactores de fusión, extorsión a mecánicos y por electrocutar un robot de pesca en hechos más bien perturbantes.

Dinero fácil, su captura era sencilla, mi linda “Valkiria” tiene más fuerza que la vieja “Gigas” de esos dos.
Gigas... una nave sin armas, con dos pobres tontos que no sabían que su cabeza tenía precio, contra mi lindo, nuevo y veloz vehículo, armado y ágil, además de sus sistemas de navegación conectados a mi cabeza. Era imposible fallar.

“Respeta tu superioridad en la victoria y tu inferioridad en el escape; el orgullo sólo deja honorables muertos”, decía mi padre cuando era niña.

En una estación espacial comercial, en órbita del planeta helado de Caladriel, los encontré. Su nave se acopló a la estación, fueron a comer mientras llenaban de suministros su basura voladora. Después de días de persecución los tenía cercados en un lugar donde, si bien no había policía, tampoco tendrían como escapar fácilmente.

Estacioné mi Valkiria, me puse el traje blindado azul, los guantes electrocargados, aturdidor de corto alcance en mi cintura y un pequeño tubo de gas bajo mi manga por sí tenía que calmarlos. Recuerdo el momento; absoluto silencio en el solitario restaurante de la estación; las bandejas de autopedido flotaban lentamente hacia la mesa con bebidas, su mujer se había retirado, presumiblemente al baño. Era perfecto, lo capturaría a él primero. Edward...

- Estás arrestado Edward Lorentz - dije, apuntando con mi arma.
- Que voz tan tierna, se me hace conocida, no eres la hija de...
- No, pon tus manos donde pueda verlas, me acompañarás a mi nave; espero que entiendas que dispararé si volteas. La gente a la que te entregaré le importa muy poco que pierdas algunas neuronas por un impacto cercano del aturdidor.
- Tampoco nos importaría cargar tu cuerpo inerte a nuestra nave y subastarlo a algún fetichista del Synapse por unos lairos, Rena Von Volfied - dijo su esposa, a mis espaldas, con un arma láser.
- Tengo un disruptor de onda sinusoidal en mi cinturón - le respondí, con la voz lo mas fría que pude - tu láser se convertirá en simple luz en un radio de 10 metros a mi alrededor; aunque dispares de lejos, solo sentiré un suave calor; ¿Como usas tecnología tan vieja?
- Perdimos amor - le decía él, desinteresado - es más inteligente que nosotros. El cuchillo que vas a enterrarle en el cráneo quizás no sirva.

Me moví instintivamente hacia atrás para ver un cuchillo que jamás existió, un truco tan tonto y obvio... Caí en el. Edward me tomó por la espalda, me golpeó en la cabeza, descontrolándome unos segundos, suficientes para que la esposa me arrebatara el aturdidor y disparara. El rayo rojizo del aturdidor es absorbido por mi traje y no me afecta. Recupero el equilibrio, golpeo a la mujer en la cara y al hombre en sus huevos, liberando los electrochoques de ambos guantes. La mujer cae al suelo por el impacto eléctrico, pero Edward, sin aliento y visiblemente dolorido, me mira disgustado. Saca un cuchillo de atrás de su cinturón, blandiéndolo con comprensible ira.

Intenta apuñalarme en el corazón pero la hoja resbala en el traje, ¿Acaso cree que soy principiante?, aunque raya por completo el azul metalizado del pecho. Amaba este traje y esta misión lo arruinó. La recompensa por ellos no cubre su costo, ahora estoy enfadada.

La mujer se levanta desorientada, al tiempo que golpeó en el estomago a Edward; pero ella toma una de las bandejas flotantes y me golpea por detrás. No sé qué quería lograr con eso, porque aunque me dolió de una manera terriblemente morbosa, su golpe no me dañó para el combate, sólo me enfureció más.

Corro por el lugar tratando de atraparla, ella escapa de mí y él se lanza a mi espalda, arrojándome al suelo, donde puedo tomar el aturdidor y dispararle a la mujer justo al mismo tiempo de que él muerde... sí, el cabrón mordió y arrancó el adaptador Synapse que tenía en mi nuca, impidiéndome controlar la nave a distancia y arruinando uno de los puertos blancos de conexión. Mi cuerpo se paraliza mientras siento sus manos sobre uno de mis senos, como apoyo para enderezarse del suelo y salir corriendo...

Lo observo tomar el cuerpo inconsciente de su esposa y entrar al ascensor, hacia el parqueadero de la estación.

¡Espere una hora en el suelo!, en shock nervioso y sin poder moverme. Una anciana, que viajaba en un vuelo comercial barato, logró quitarme de la nuca el cable que conectó el maldito, haciendo que mí implante neural entrara en corto. Al volver a mi Valkiria no pude trazar la ruta de escape de esos dos. Quitaron el rastreador que les puse y escaparon.

La forma en que rompió uno de los aros de la conexión cerebral me impidió por semanas conectar cosas a mi cabeza o entrar al Synapse, hasta conectar un cable me dolía. Quería lanzarme al espacio, pero mi odio por él es más importante.

Como dije, han pasado dos años desde que todo ocurrió.

Escuché que hace un año arrestaron a su esposa en una cápsula de escape, cargada de dinero y suministros; sospecharon que habían tenido un accidente, tomaron por muerto al esposo y cerraron el caso.

Pero yo sigo tras él. Nadie me había humillado nunca como él, nadie había pisoteado el honor de los Von Volfied así... y nadie lo hará, porque acabo de encontrar su nave, ese feo Gigas, sin combustible y en curso de colisión con el océano divisor de Rashya.

Y ahí llegó de nuevo, puntual como cada mes. Voy al baño, que es mi mismo cuarto, que es la misma cabina de mando, que es la bahía de carga, que es el comedor de mi linda y acogedora Valkiria.

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