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Opera en el vacío - Capítulo 7

No soy una buena persona.

Es la vida de los negocios. Cuidas de ti, te aprovechas cuando puedes, eres justo cuando vale la pena. Heroísmo, valentía, ética: Obstáculos. No seré conocido como "Edward el bueno" pero así está bien.

Es lo que me quedó de mi ex-esposa: "Hacer el trabajo y seguir en vuelo, no importa lo demás."

Pero no hay ningún "demás", porque el espacio es vacío. Eres tú, tu vehículo, tu carga. No hay policía que te cuide si tu nave es asaltada por piratas. No hay amigos que vendrán por ti si un asteroide rompe la coraza de tu nave. No hay seguro por daños a tu nave ni médicos que sanen una herida en tu pierna.

Es por eso que somos libres. Sin impuestos por tu propio trabajo, sin leyes que te cohíban, sin sociedad que te juzgue por como piensas. Eso decía Cris, mi ex-esposa.

Ella siempre fue fiel a sus ideales de libertad. Por eso dejó la universidad y se fue conmigo. Y quizás por eso, después de once años de matrimonio, robó todo mi dinero y me abandonó.

“Las penas de amor te duran 3 meses, por muy enamorado que estés” decía Axe, un viejo amigo de la universidad con quien mantengo contacto por Synapse. Me duraron un mes.

Un mes de tour por la galaxia. Mi meta era conocer cada bar en cada estación espacial, recordar mi vida antes de Cris, nublar mi razón con Whisky y Branella. Es decir, lo de siempre, pero esta vez solo.

El Skyplex Arturia fue mi destino final. La estación más grande en la orbita del Segundo Sol. Sus cúpulas de acero proyectan la ilusión de un cielo en pleno amanecer, su baja gravedad da comodidad al Espacial que la visita y su vida nocturna es universalmente conocida, además de su cerveza por 4 lairos.

Llevé a mi vieja Opera al muelle del Skyplex, donde la estacioné tras un pago adicional al control de parqueo. A Arturia no le gustan las naves de tipo “Gigas”, dicen que son muy grandes para los brazos del estacionamiento. Por eso casi nunca vengo.

Al salir de mi nave, me subí al primer tubo de transporte que encontré, bajé en el centro de la zona turística y entré a la taberna “Milkyway”, que me ofreció la primera ronda gratis.

Milkyway es un restaurante de hotel que en las noches sirve bebidas. Como no es temporada alta, sólo se ven comerciantes y algún turista casual en abrigo de oficinista. Me siento en la barra y elijo en la pantalla del menú una copa de Branella negra, que aparece en una bandeja flotante al instante.

A mi lado, una turista pelea con su acompañante. Ella lleva lentes oscuros, un ceñido vestido plateado, morfoajustable a pantalón. Él lleva una media capa en su hombro derecho, tapándole lo que reconozco como un uniforme de policía. Mide casi dos metros.

Un ebrio se me acerca y me invita a una copa, su abrigo gris lo delata, es un oficinista del planeta Auros en vacaciones; normalmente le daría un puñetazo en la cara, pero no puedo rechazar su oferta.

- ¿Tu eres comerciante, verdad? - Me dice, con su agria voz.
- ¿Tu eres fracasado, verdad? - Le respondo.
- Sabía que nos entenderíamos. Me echaron de mi empleo hoy
- Bien por ti.
- ¿Qué no me reconoces?, Yo era Sigfried Moun, honorable congresista de Auros.
- Entonces es en serio lo de bien por ti.
- Siempre detesté a los comerciantes como tú. Ahora quiero ser uno. Quiero ser libre en el espacio.
- Ponte un traje espacial y salta de una nave en vuelo, entonces serás libre.
- Ya, pero tengo derecho a ser Espacial, ¿O no? Ya no tengo nada. - Y se pone a llorar.

Congresistas: Las personas más poderosas del universo. No es normal que uno de ellos sea expulsado, son como camadas de Leonidas, animales carroñeros que arrasan la riqueza de la selva, pero se cuidan entre ellos.

- ¿Por qué te expulsaron? - Me intereso.
- Estuve - Me dice entre lágrimas -. Con la hija del presidente del congreso.
- Ah.
- Que era la esposa de otro congresista.
- Oh ya veo.
- Y cuya hermana es la novia de mi hijo.
- Gran familia la tuya.

Veo como saca del abrigo su holocard, la pasa por el lector de la barra y pide otra ronda para ambos. Luego agita la tarjeta en mi cara y me mira mareado.

- Si eres comerciante, ¿Tienes una nave? - Me pregunta.
- Sí, un Gigas.
- Puff, Gigas, basura espacial, ¿Cómo se llama?
- Opera.
- Te la compro, mira, cien mil lairos de contado.

Le doy un puñetazo en la cara y un revés en el estomago. Conecto la pantalla de menú que tengo más cerca al Synapse, abro mi cuenta bancaria, uso su holocard y una de sus manos para validar la operación y transfiero un millón de lairos a mi cuenta protegida. Recuesto su inconsciente cabeza sobre la barra y pido otra ronda para los dos.

Haber golpeado a uno de los cien congresistas de la galaxia sube mi autoestima pero no puedo ser descuidado. Le quito el abrigo de la nuca, tengo suerte, tiene implantes neurales. Saco de mi chaqueta un cable desfosforilador que lo tendrá en coma un buen rato, se lo conecto y vuelvo a tapar su cuello.

La turista a mi lado sigue peleando con el grandote. Tiene un arma en su cintura, un Phalanx de plasma. Él trata de tranquilizarla, le toma de la mano y con la otra le entrega un adaptador Synapse. Ella lo conecta a sus implantes, al igual que él. Argh, van a sincronizar mentes aquí mismo, por lo menos debieron alquilar una célula del hotel.

Treinta minutos después, empiezo a ver borroso. No debí mezclar el Whisky con la Branella negra. La pareja sigue conectada al Synapse, ambos rígidos, con los ojos cerrados, desconectados del mundo. Me sobresalto cuando ella se quita violentamente el adaptador y lo arroja en la cara de su compañero. Él se levanta, la mira con tristeza y le habla.

- No vuelvas a verme jamás. - Le dice él.
- Tú lo decidiste así, tú y tu maldito orgullo.
- Sé lo que quieras ser.

Él se va. Al instante, cinco agentes, camuflados entre los clientes de las mesas, se levantan y lo siguen de cerca. Ella tiene una mirada perdida, de odio. ¿Será mi noche de suerte?

Conecto mi computadora de bolsillo a las pantallas de menú de Milkyway, entro al sistema y manipulo la pantalla de mi turista para que le aparezca un mensaje. Esto lo puedo hacer ebrio, pero no escribir algo inteligente, así que le envío lo primero que se me viene a la mente.

“¿Problemas de amor, linda turista?”

Ella se queda mirando el mensaje y luego rompe de un disparo la lente holográfica del menú. He de pensar rápido. Quito las luces del lugar por 10 segundos y me cambio a la silla de su acompañante en un instante. Se sorprenderá.

Las luces no vuelven.

Me desespero, no puedo conectarme al sistema del bar y las bandejas flotantes dejan de funcionar. No se ve nada, pero escucho como su Phalanx recarga un segundo tiro. Disparará si me ve de sorpresa.

Me pongo mis lentes y los regulo a “Visión Nocturna”. Empiezo a verla. Es linda, un poco más baja que yo. Tiene el Phalanx en su mano derecha, un adaptador Synapse en la izquierda. Cambio de planes. Enciendo el modo holográfico de mi computadora de bolsillo y su imagen nos alumbra tenuemente.

- Hola.
- ¿Tu apagaste la luz? - Me pregunta.
- Ese no era el plan, en realidad.
- Entonces también mandaste ese estúpido mensaje.
- ¿Cómo te llamas?

Me golpea con la base del Phalanx en el estomago. No muy fuerte, sólo a modo de disculpa por mi desafortunada inspiración. Yo solo sonrío. Ella está triste y no quiere estar sola. Yo estoy ebrio y tengo mucha suerte.

- ¿No deberías decirme primero tu nombre? - Me pregunta.
- No.
- Soy Jane.
- Soy Axe - Le miento -. ¿Era tu novio el que se fue?
- Mi padre.
- Claro, problemas familiares, ¿No te entendió, verdad?
- ¿Estuviste espiándonos? - Me responde molesta.
- No, no, es que te comprendo. Mi padre me abandonó de pequeño también.

Eso no es mentira realmente, pero tampoco es la verdad completa.

- Se lo que sientes - Le sigo mintiendo -. Fue muy triste para mí cuando mi padre no aceptó que me fuera a vivir al espacio. Ahora vivo feliz, pero conservo la nostalgia.
- ¿También vives en el espacio?
- Oh, ¿Tú lo haces?
- Sí, pero mi nave está en reparación. ¿Tienes una? - Me pregunta.
- Ah claro, un humilde Dragoon, pero también está en reparación ahora mismo.

De ninguna manera la llevaré a mi Gigas Opera hasta que la limpien en el muelle. Aunque con lo ebria que está, podría llevarla atrás de un sucio Warhammer y no se enteraría.

- Parecía una persona importante tu padre, ¿Trabaja en Auros?
- No, está jubilado.

Y me empieza a hablar de su padre, de cómo la trataba y cuánto la protegía. Nunca entra en detalles, pero le encanta a hablar como a todas las mujeres. Y a mi me encanta escuchar, porque eso les da confianza.

- Por eso él quería que siguiera sus pasos. - Concluye ella.
- Sí. Pero seguro jamás vio que tu felicidad era más importante que sus planes.
- Me gusta estar sola, realmente.
- Pero no es bueno estar siempre solo - Contraataco -. A veces, la “compañía” casual nos hace sentir mejor.
- ¿Y tu eres esa compañía?
- Sólo mientras tú lo quieras. Además, me siento bien a tu lado.
- Tengo que ir al baño - Me dice, levantándose.

Necesito un final perfecto. Las luces se encienden de nuevo y las bandejas flotantes vuelven a funcionar. El bar está solo, todos se fueron a otros lugares tras el apagón. Me conecto de nuevo al sistema del bar y pido un Pulsar Vulcánico, la bebida destructora de neuronas más poderosa que es posible comprar con dinero. Riego en la barra mi copa de Branella, que se evapora al instante. La bandeja flotante llega con la extravagante decoración del Pulsar. Lleno mi copa vacía con el licor que pedí y tomo una de las copas llenas que el congresista jamás tomó. Ella vuelve del baño, con el vestido en configuración de pantalón.

- Un brindis - Le digo, alzando mi copa -. Por nuestros padres.

Ella sonríe, toma su copa, la bebe y cae desmayada sobre la barra. Misión cumplida. Bebo mi copa de Branella... Y esto no es Branella, el maldito congresista también pidió un Pulsar Vulc...

Abro los ojos, estoy en el suelo de Milkyway. Ella sigue recostada sobre la barra. Miro mi computadora de bolsillo. Ha pasado media hora. Son las 2:85 y los altavoces del bar empiezan a anunciar que en poco tiempo cerrarán el lugar. Me conectó al Synapse y solicito servicio del hotel. Alquilo una célula para dos personas.

Tomo un desfibrilador del bar para despertar borrachos y doy un suave choque en la espalda de Jane. Ella reacciona y me abraza el cuello, apuesto a que no sabe ni quién es. La tomo en mis brazos y me muevo a saltos hacia la entrada del hotel. La baja gravedad de Arturia me permite cargarla muy fácil, pero detesto caminar a saltos.

Nuestra célula está en el piso cuatrocientos doce, donde casi no hay gravedad. Al llegar, uso mi holocard para abrir la puerta del hexagonal cuarto que alquilé. Suspensores en las paredes, una pantalla de menú del hotel, música ambiental, champaña de cortesía y paredes que proyectan la ilusión de una cascada en un bosque tropical.

Aquí arriba, la gravedad es casi cero, por lo que ambos flotamos en la habitación. Me conecto a la pantalla del cuarto y configuro un clima cálido. Luego activo el gas de feromonas en la ventilación y ella despierta.

Agradezco a la ciencia química mientras ella reacciona por completo, me mira y se lanza a mí con furia. Rebotamos varias veces en las paredes, pero los suspensores evitan que nos golpeemos. Me quita la chaqueta mientras mis manos se posan sobre todo su cuerpo, suavemente recorro cada centímetro de su espalda, hombros, pecho y cintura, tratando de buscar el jodido control para soltar su ropa.

Cuando al fin lo encuentro, mi cabeza está a la altura de sus pies y ella me está quitando las botas con su boca. Mi camisa flota libre de mí hasta que una liana inteligente la atrae hacia un rincón de la habitación. Los pájaros vuelan en el cielo del bosque y el sonido de la cascada se confunde con el de los animales. Lo cual es terriblemente aburrido, por lo que con un movimiento de mis manos, cambio la simulación a una proyección del espacio. Un negro absoluto llena la habitación y un salpicado de estrellas rodea nuestros cuerpos. El tejido de su pantalón cede suavemente al tacto de mis manos y mientras lo desabrocho, veo sus piernas brillar con la tenue luz de una lejana supernova. Ella flota, gira y me abraza, acariciándome detrás del cuello.

- No tienes implantes neurales. - Me susurra -. ¿No nos sincronizaremos?
- Me gustan las cosas a la antigua. - Le respondí, mientras deslizaba su blusa por su torso.

Ella se enrolla desde mi pecho y recorre mi cuerpo como una serpiente bajando de un tronco. Quiere tomar el control y yo le cedo el honor. Enrolla sus piernas alrededor de mi cadera, toma mis manos y las deposita sobre sus senos, son suaves, pequeños pero cálidos. Luego, es su cadera la que se mueve en torno a la mía, buscándome, hasta encontrarme.

Me aferro firmemente a su cuerpo mientras ella, con sus brazos, toma impulso en las paredes y empezamos a girar. No queda más que hacer, las leyes de newton nos hacen el amor. En verdad ella vive en el espacio, su maestría de movimientos en 0G son profesionales, la humillación a mi hombría es absoluta y me rindo ante ella. Me dejo, nos dejamos. Gotas de sudor flotan como perlas alrededor del vacío de estrellas, miles de contracciones musculares ocurren de manera imposible para un cuerpo acostumbrado a la tierra firme. Me burlo de ustedes, habitantes planetarios que por 9.8 metros por segundo cuadrado perdieron el derecho al placer divino.

Los gritos de ella son incomparable música que activa mi sistema nervioso. Siento como todo llega a su final y extiendo mi espalda hacia atrás. Veo, en la profundidad del espacio, como esa tímida supernova que nos miraba desde el principio, estalla, celebrando nuestro encuentro.

Un rocío de lluvia cae sobre mi rostro, despertándome. Miro a mí alrededor, el cuarto volvió a la ilusión de una selva tropical. A mi lado, ella flota, girando suavemente sobre su eje mientras duerme. Yo también giro, pero mucho más lento, por lo que me incorporo rápidamente, me impulso hacia la esquina donde está mi ropa y empiezo a vestirme.

Vestido, floto a la esquina de su ropa, tomo el Phalanx y le quito la batería. En su blusa está su holocard, la saco y noto que ella también me mintió al decirme su nombre. Ya son las 8:90, dormí casi cinco horas. Dudo que ella soporté como yo el efecto del Pulsar Vulcánico, por lo que dormirá aún mas. No puedo tomar riesgos. La visto y noto que su cabello es artificial. Su color natural es negro, no rojo. La cargo en mi espalda y salimos del hotel.

Tomo un hovertaxi camino al muelle que me cobra 200 lairos por el recorrido. No importa, el congresista me hizo rico. Entro a mi Opera con ella. La he tratado con mucha suavidad y aún está dormida. Subo al comedor, abro uno de los camarotes de la nave y la dejo sobre la cama, atando suavemente los seguros de sueño alrededor de su cuerpo. Voy al puente y despego apurado. La pantalla central me indica que el costo del parqueo fue de 150 lairos. Los pago, soy millonario. En cuanto estoy lo bastante lejos de Arturia, enciendo el impulsor espacial y salgo de ese sistema solar.

Lo apago luego de unos minutos y activo los retropropulsores. Haciendo que la nave frene. Salgo del puente y bajo de nuevo a donde está ella. Sigue dormida. Le beso la frente y le inyecto inositol, lo que le quita inmediatamente la resaca y la despierta. Salgo de la habitación y la cierro herméticamente. Ella me mira por la ventana de la compuerta con horror. En una pantalla del pasillo, me conecto a la computadora de la nave. Acerco mi rostro al micrófono de esa pantalla y miro a mis manos, donde está su holocard y su verdadero nombre. Una gran noche. Doy la orden y el modulo de la habitación se separa de la nave y sale disparado como una cápsula de escape, mientras le digo, por el altavoz.

- Adiós Rena.

- ¿Tenías que arrojarla al espacio? - Me pregunta Fyona, que ha estado escuchando mi relato.
- No sé por qué te lo conté, no me estés juzgando. Ella tenía su Valkiria en el Skyplex y su padre y...
- Con razón te persigue. Eres malo. - Concluye ella, pero su mirada pasó del horror a la diversión.
- No soy una buena persona.

Fyona vuelve a mirar hacia la bahía de carga, donde la Valkiria de Rena, recién capturada, termina de acoplarse dentro de Opera. Rena sale de su nave y mira con furia hacia mi ventana. Me acerco a la pantalla del comedor y le digo, una vez más.

- Hola Rena.

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